En la primer clase de la cursada de este año les planteamos a los alumnos una pregunta para ver qué podían hipotetizar e imaginar al respecto: ¿por qué el pictograma clásico de baño tiene la cabeza separada del cuerpo?. Esta pregunta dio comienzo al año en algún punto. En la segunda clase los alumnos vinieron con diversas respuestas frente a lo cual les pedimos que las graficaran. Ciertamente la idea era que ejercitaran la imaginación y curiosidad, y la verdad hubo respuestas de todo tipo. Lo que nos llamó la atención fue que a groso modo se podían agrupar las respuestas en dos grandes grupos que en algún lugar coinciden con lo que el pictograma original plantea sobre el cuerpo humano, la cabeza donde parece residir la inteligencia, y el cuerpo donde parece residir lo sensible o lo más visceral (esta es una hipótesis mía). En el primer grupo las respuestas eran bien racionales donde se justificaba el sentido de la separación de la cabeza por cuestiones funcionales de visibilidad, cuestiones relacionadas con la forma, casi poniéndose en el lugar del por qué del creador del mismo. El otro grupo de respuestas intentaron dar una explicación más lúdica o desde lo simbólico, muchas relacionando lo que le pasa a la cabeza de uno cuando está frente a las necesidades fisiológicas, podría decirse que estas respuestas daban cuenta de diseñadores metiéndose en la piel del pictograma. Tal vez los anteriores se metieron en el discurso que le dio entidad.
También estas dos formas de encarar la respuesta muestran como dos actitudes, una racionalidad que va a refugiarse en lo tangible o lo fáctico y otra que tal vez decide no preocuparse por eso y bucear en lo personal. Parece la dialéctica del lo establecido y lo individual, una de las dialécticas donde los diseñadores nos movemos. Hubo varias respuestas ingeniosas, una que daba cuenta del pictograma como si hubiera sido la huella del animal que marca el lugar donde hace sus necesidades (un comportamiento de muchas especies), otra que daba cuenta de que cuando uno tiene necesidades no puede pensar nada, otra que decía que cuando uno va al baño puede liberar la cabeza (las editoriales tendrán esto como caballito de batalla??). Lo importante en cualquier caso es el valor de preguntarse por las cosas, el diseño como actividad antropológica tiene el valor de reformular preguntas. El diseño muchas veces comienza con una pregunta. Y las preguntas están movidas por algo que nos ha movido desde el momento en que alguien se dio cuenta que frotando dos palitos o piedras podíamos "inventar" el fuego: la curiosidad.
Juan Miranda
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